Los agentes hallaron en San José 20 gramos de cocaína y otros tantos de heroína, aparte de dos escopetas de balines.
Ya son nueve los detenidos tras el operativo policial llevado a cabo el pasado martes en el punto de venta de droga de las casas de San José. Todos ellos de la misma familia, miembros del clan de la Mora, también apresada. Aquel día fueron arrestados cinco adultos y dos adolescentes. Estos últimos ya fueron puestos en libertad horas después tras pasarlos a disposición de la Fiscalía de Menores. El golpe a este clan que lleva décadas traficando, primero en Penamoa y, desde la demolición del poblado, en las casas de San José, no acabó ahí, pues el miércoles fueron arrestadas otras dos personas más. Ninguno quiso declarar en dependencias policiales y hoy, asistidos por los letrados Diego Reboredo y Joaquín de la Vega, pasarán los siete adultos a disposición judicial.
Fue poca la droga intervenida. Los agentes apenas hallaron 20 gramos de cocaína y otros tantos de heroína. Fuentes de la investigación señalan que este tipo de clanes siempre tiene poca cantidad encima y «cuentan con un escondite lejos de casa donde guardan el grueso de la mercancía, mientras que en el domicilio tienen lo justito para vender en unas horas». También obligan a los toxicómanos a consumir en las propias casas para evitar que al salir sean registrados por la policía con la droga encima. Prueba de ellos son los restos de papelinas y jeringuillas encontradas en las viviendas.
El de la Mora es uno de los clanes históricos de la ciudad. Nacidos todos sus miembros en el poblado de Penamoa, donde se convirtieron en una de las familias con mayor volumen de negocio. El desmantelamiento del poblado los obligó a buscar un hogar. Para vivir y, supuestamente, para vender. Así que okuparon varias viviendas en San José, donde ya se vendía heroína y cocaína desde hacía años.
La Jefa, como algunos llaman a la matriarca del clan, fue detenida numerosas veces y pasó casi tanto tiempo en prisión como fuera de ella. Siempre sentada a la puerta de su domicilio, ahora gozaba de una larga temporada en libertad. Hasta que el martes una veintena de agentes, entre ellos de las unidades de Antidisturbios y de Prevención y Reacción, casi una decena de coches patrullas, seis furgones y perros de rastreo hicieron acto de presencia.
Desde ese día, esa zona siempre frecuentada por toxicómanos -hace una semana apareció muerto un joven por sobredosis- parece un pueblo abandonado. Todas las casas permanecen cerradas a cal y canto. Pese a todo, los controles policiales en las cercanías no cesaron. Ayer mismo varios agentes montaron un dispositivo que concluyó sin detenciones.